Jurisdiccion

Del ascenso de los criollos
y las pérdidas de una jurisdicción
indígena en el noroeste de Michoacán.
Tlazazalca en los siglos xviii y xix
María del Pilar Alvarado*
Introducción
Durante la segunda mitad del siglo xvi el gobierno colonial
procuró controlar económica, política y religiosamente a los
indios de la Nueva España reuniéndolos o congregándolos
en poblaciones exclusivamente indígenas. Como producto de
esta política surgieron jurisdicciones densamente pobladas y
muy extensas que ocuparon amplios territorios, como Tlazazalca, cuya cabecera administraba comunidades situadas
hasta 11 leguas de distanciá (65 kms. aproximadamente).
(Villaseñor 1746-1748: 105).
La dinámica de la economía colonial exigió la atención
de necesidades más im portunes que la evangelización y el
cuidado de los pueblos indígenas. En una región tan amplia
como el Bajío —en cuyo entorno podemos ubicar tentativamente la jurisdicción de Tlazazalca—, la división del trabajo
que impuso la producción minera fue el eje que articuló las
actividades agrícolas y comerciales.
A la cabeza de este proceso estuvieron los “criollos”, y
en este caso me refiero no sólo a los hijos de españoles nacidos en América, sino a aquellos descendientes de españoles
que llegaron a sentirse americanos al verse relegados y desplazados de las posiciones de poder en la jerarquía novohispana acaparada por los “gachupines”. Los “criollos” crearon una cultura en torno al sentimiento ‘am ericanista’, que
tuvo raíces en las actividades económicas y sociales que leseran permitidas y que a largo plazo fueron las bases de su
‘honor’, riqueza y estatus social (Cfr. Manrique 1976).
En el Bajío y sus alrededores los criollos fueron desarrollando una conciencia de grupo muy diferente a la del español peninsular. El aba¿to de insumos y alimentos a las minas
y grandes ciudades, junto con los intereses económicos y
políticos de los colonos, reclamaron la ocupación de nuevas
tierras —las más fértiles— y el acceso a espacios que facilitaran el transporte y la comercialización de los productos agropecuarios. Fue inevitable el surgimiento de villas y ciudades
que se dedicaron a captar y redistribuir a otros mercados
locales y regionales parte de estos productos (cfr. Wolf 1972).
La jurisdicción de Tlazazalca fue un territorio codiciable por su ubicación en la ribera del río Lerma, que garantizaba el acceso a ricas tierras de cultivo, y el cruce de las principales rutas comerciales de la zona. Aunque San Miguel
Tlazazalca, la cabecera, se hallaba fuera de la zona predominantemente indígena (la Meseta Tarasca), su población se
componía en gran parte de este grupo étnico. Como otros
pueblos, no pudo resistir el embate de las actividades económicas de los “criollos” y pronto se vio envuelto en un proceso
de cambio que definió como centro de decisiones adm inistrativas y políticas a las villas y ciudades. Asentamientos “criollos” como La Piedad y Purépero pronto desplazaron la imp o rta n c ia del pueblo in d íg en a de T lazazalca en la
jurisdicción. Esta situación implicó problemas políticos graves que culminaron con la pérdida de los territorios civil y
eclesiástico de Tlazazalca.
En este artículo pretendo identificar los momentos en
los que la cabecera de Tlazazalca fue relegada a un segundo
orden en sus funciones administrativas y eclesiásticas, por
la emergencia de otros pueblos de criollos en la zona. Considero la descripción de estos momentos como un primer paso necesario para bosquejar un proceso más complejo, y no como un
mero anecdotario cronológico de hechos que se explican por
sí mismos; de igual forma, los materiales de este artículo
forman parte de una investigación más amplia sobre la población indígena de Tlazazalca en el periodo que va de la
segunda mitad del siglo xvm a la primera del siglo xix. Aunque las referencias a la jurisdicción de Tlazazalca delimitan
el entorno espacial, la atención está centrada principalmente
en el pueblo de San Miguel Tlazazalca por el tipo de información que manejo. Como antecedente consideraré la fundación de Tlazazalca en el siglo xvi, aunque abordaré el tema
desde finales del siglo xvn hasta la mitad del xix.
Antecedentes
No hay fundamento sólido para aceptar el relato de Jesús
Romero Flores, según el cual durante la segunda mitad del
siglo xii una ram a de la tribu azteca cruzó la zona norte del
actual estado de Michoacán. A su paso fundaron “Zula la
vieja” (La Piedad) y posteriormente Tlazazalca, que en lengua nahuatl significa “arcilla” (Castillo 1978:30). Los ancianos y mujeres que no pudieron continuar la m archa se quedaron en estos parajes fundando pequeños asentamientos que
años después fueron abandonados. Lo que se puede asegurar
es que la región estuvo ocupada por tribus de chichimecas:
guamares, guachichiles y tecuexes (Gerhard 1972: 327; Llaca
1940: 595).
Tiempo después el imperio tarasco incorporó a sus posesiones estos asentamientos al someter militarmente a sus
habitantes. Tlazazalca se convirtió en un importante puesto
frontera, tanto de avanzada como de contención contra las
invasiones de los chichimecas que amenazaban constantemente al imperio (Gerhard 1972: 327). Antes de la llegada de
los españoles, Tlazazalca fue una de las tres principales
cabeceras del norte de Michoacán, junto con Jacona (la vieja)
y Zacapu (Llaca 1940: 595).
Probablemente la conquista española de Tlazazalca fue
realizada por una parte de la expedición de Cristóbal de Olid
en 1522 y quedó bajo control español en 1524 (Gerhard 1972:
328). Cuatro años después, los indios de la región fueron
encomendados a don Antón de Arriaga, uno de los hombres
de “a caballo” de Olid {Loe. cit.\ Warren 1977: 241), a quien
tributaron maíz, chile, frijol y algodón (Piñón 1976: 109).
A la muerte de Arriaga, en 1534, “…se puso este pueblo
en corregimiento y cabeza de su M ajestad” (El libro de las
tasaciones de los pueblos de Nueva España, 1952: 362), esto
es: a Tlazazalca se le asignó un corregidor y el tributo que
antes pagaba a Arriaga pasó a manos de la Corona. En ese
año dicho tributo consistió en 40 m antas de algodón que
debían entregar cada sesenta días (Ibid). También se nombraron las primeras autoridades indígenas que habían de
gobernar la ‘república de indios’ y fungir como intermediarios entre éstos y los corregidores. Sin embargo, los indios de
la región estaban dispersos en numerosos asentamientos y
no era posible controlarlos, vigilar el pago de tributos y convertirlos a la nueva fe de m anera eficaz. Los franciscanos
fueron los encargados de realizar la labor evangelizadora y
de reunir o congregar a los indios en un solo lugar.
Aproximadamente en 1545 fue fundado oficialmente el
pueblo de San Miguel Tlazazalca, tal como lo n arra el testimonio recogido en 1560 a don Diego Parque, gobernador de
los indios:
puede haber quince años poco más o menos que vino por aquí
Fray Joan de San Miguel de la orden de San Francisco y juntó
los indios en este sitio y pueblo donde ahora están poblados
porque están (sic) derramados y vivían por los montes apartados unos de otros y les trazó las casas y calles como ahora
están y la iglesia que tienen ahora fecha y los dichos indios se
juntaron en este dicho pueblo por industria y parecer del dicho
padre fray Joan de San Miguel y después venía a este pueblo
de cuando en cuando a visitarlos y confesarlos y les decía misa
y los casaba y bautizaba y administraba los santos sacramentos y tenía este dicho pueblo por visita por haberlo juntado y
dado orden que se poblasen y juntasen en este sitio (Miranda
1978: 45).
Al pueblo, compuesto principalmente por indios, se le
asignaron terrenos para construir sus casas, para los cultivos de cada familia y para los trabajos agrícolas y ganaderos de beneficio común (las llam adas tierras comunales) (Zavala y M iranda 1973: 131).
Tlazazalca se convirtió en cabecera de corregimiento y
de parroquia de un amplio territorio que abarcaba los actuales municipios de Churintzio, Ecuandureo, La Piedad, Penjamillo, Zináparo y parte de los de N um arán, Tanhuato, Yuré-,
cuaro y Zam ora (G erhard 1972: 328). C ontrolaba los
asentamientos de Purépero, Zináparo, La Piedad, Yurécuaro
y Atacheo (Llaca 1940: 545). En Tlazazalca residían las autoridades civiles (corregidor español y gobernador de indios) y
religiosas (el párroco); y a la vez era el lugar donde se reunía
el tributo de los pueblos indios bajo su control. Los diezmos de
la población española también se reunían en el pueblo de
Tlazazalca. Esto supone que además de las riquezas concentradas, muchas gentes se juntaban en la cabecera para hacer
intercambio de dinero y mercancías.
En enero de 1553 los frailes agustinos recibieron permiso de construir un monasterio en San Miguel Tlazazalca
(Gerhard 1972: 328) y poco después, para iniciar sus actividades religiosas, se establecieron en un humilde jacal de paja.
Mientras, Cristóbal Cola, sacerdote secular, recibía el nombramiento de cura beneficiado de Tlazazalca (1556) (Miranda 1978: 46). La presencia de miembros del clero regular y
secular al mismo tiempo y en el mismo lugar iba a ser motivo
de fuerte altercado; no sólo por el control de ‘las alm as’ délos
indios, sino también por los ingresos que significaban las
atenciones espirituales.
Los agustinos, en su empeño por construir el monasterio
y ganarse a los indios de la región, pretendieron sacar del
pueblo al cura secular, a pesar de que el obispo Vasco de
Quiroga ya había ordenado la salida de los agustinos. En
1561 se incendió el jacal de los clérigos regulares, quienes
inmediatamente culparon a Cristóbal Cola de lo ocurrido;
esto agravó el conflicto que llegó hasta oídos del rey y tuvo
como resultado la expulsión definitiva de los agustinos (Epistolario de la Nueva España 1505-1818, 1942: tomo 9, 121;
M iranda 1978: 51-52). En 1570 Tlazazalca era cabeza de una
de las 59 parroquias del enorme obispado de Michoacán
(Bravo 1962-64: 67-68). Mientras tanto, por merced real, se
fundaban legalmente los pueblos de Penjamillo (1560) y
Ecuandureo (1562) (Llaca 1940: 707, 519).
Al parecer el lugar donde se asentó originalmente el
pueblo de San Miguel Tlazazalca no satisfizo las condiciones
necesarias para el buen desarrollo y contento de sus habitantes, tal como se disponía en las ordenanzas y cédulas respectivas (Zavala y M iranda 1973:158; cfr. Recopilación de Leyes
de los Reynos de las Indias, 1973: t. 3, 1. 6).
En 1592 se promovió una investigación sobre la conveniencia de mudar a la población a un lugar donde hubiera
mejor clima y abundancia de aguas y pastos. La investiga­
ción tuvo resultados positivos y Tlazazalca se trasladó al
sitio donde se encuentra actualmente. Este cambio fue motivo de una segunda congregación pues se unieron los habitantes de los antiguos pueblos de Santiago, Patageo, Aramutaro, Caurio y Capacutiro (Piñón 1976:115; Romero 1972:117).
Poblamiento y población
Las epidemias que diezmaron a la población indígena de la
Nueva España durante la segunda mitad del siglo xvi tam ­
bién causaron fuertes estragos entre los de la jurisdicción de
Tlazazalca, este fenómeno se puede apreciar en la siguiente
estadística:
E v o l u c ió n d e l a po b l a c io n in d íg e n a d e T lazazalca
ENTRE LOS AÑOS 1565-1620
Años Número de tributarios indios
1565 857 (638 tarascos y 219 chichimecas)
1570 256
1600 547 (incluye los indios de Chilchota)
1620 171 1/2*
Como se puede observar en el lapso de cinco años (1565-
1570) los tributarios indígenas disminuyeron considerablemente. Aunque en el año de 1600 parece que aumentaron,
esto se debe a que la cifra incluye a los tributarios de Chilchota, mientras que en los años anteriores sólo están marcados
los de Tlazazalca. Según los datos contenidos en el cuadro
podemos afirm ar que en medio siglo aproximadamente cuatro de cada cinco tributarios de Tlazazalca desaparecieron.
Los 857 indios señalados para 1565 debían tributar cada año 1 016 pesos 4 tomines de oro común y 4 arrobas y 53
fanegas de maíz; de lo cual 160 pesos y 4 tomines debían
guardarse en
* Jean Pierre Berthe, comunicación personal. Febrero de 1985. Sobre papeles del ramo México del Archivo General de Indias. Expediente relativo
a la construcción de la catedral de Michoacán en 1620
una caja de tres llaves, que la una de ellas tenga el Gobernador, y la otra un Alcalde, y la otra un Mayordomo del dicho
pueblo, y presentes todos los tres y no de otra manera, se saque
lo que se hubiere de gastar y distribuir en cosas comunes y
necesarias a su República y pro de ella… {El Libro de las
Tasaciones…, 1952: 363).
Esta era una de las llamadas “cajas de comunidad” que
debían tener todos los pueblos de indios para ayudarse en los
gastos de beneficio común. Para el siglo xvm este dinero se
empleaba principalmente en fiestas religiosas.
El gran territorio que abarcaba el corregimiento y parroquia de Tlazazalca durante el siglo xvi no sólo estuvo
habitado por indios. Estas vastas extensiones fueron objeto
de la codicia de los conquistadores que solicitaron a la corona
terrenos o mercedes de tierra. En la jurisdicción de Tlazazalca se registró un total de 232 mercedes otorgadas para estancias de ganado mayor (tres mil pasos por lado) y 98 para
ganado menor (dos mil pasos). A pesar de que no se han
encontrado varios de los títulos originales se sabe que hubo
muchas apropiaciones legales e ilegales (Piñón 1976: 47).
Veamos algunos ejemplos de mercedes otorgadas en
nuestra jurisdicción: en 1552 el colegio de San Miguel de
Valladolid (Morelia) obtuvo dos sitios para ganado menor y
tres caballerías (Ibid : 52). A Ju an Borallo, español, se le
concedieron en 1560 dos sitios para ganado mayor y menor
en el lugar llamado Churincio (AGN-Tierras, v. 2721, exp. 31, f.
318-319v). En 1582 Pedro Gutiérrez obtuvo un sitio para ganado mayor en “Cinaporo” (a g n -Tierras, v. 2719, exp. 15). Un
año después Francisco de la Cueva consiguió un sitio para
ganado menor y dos caballerías en el paraje nombrado Purépero (Arciga 1981: 10). La familia del gran terrateniente de
Michoacán, don Juan Infante, tuvo numerosas estancias
para ganado mayor dentro de los límites de la jurisdicción
(Piñón 1976: 80).
También hubo ocasiones en que se otorgaron mercedes
de tierra a indios, aunque éstas fueron muy pocas. Un caso
digno de mencionar fue el de un grupo de chichimecas al que
se le concedieron algunas tierras para establecerse en los
alrededores de Tlazazalca (Powell 1984: 237). Seguramente
éstos son los chichimecas que se mencionan en los datos dpoblación de 1565. La concesión de mercedes a los indios era
parte de la política seguida por la corona para asentar poblaciones de chichimecas pacíficos que sirvieran de ejemplo a
las tribus de sus iguales no sometidas aún.
Desde 1569 se dieron casos de ventas de tierras comunales de indios a particulares. En ese año los principales naturales del pueblo de Tlazazalca vendieron una caballería en el
lugar llamado “Cicupo Atacheo” a Hernando Sarria por
cien pesos de oro común. El argumento que, según los indios,
justificaba la venta, mencionaba que eran terrenos sin cultivar y por lo tanto no les hacía falta, mientras que el dinero les
era necesario para comprar algunos objetos para su iglesia.
Quizá la mano del cura estuvo presente en esta decisión (Piñón 1976: 34-35).
Fue entre los años 1560 y 1590 cuando se otorgaron la
mayor cantidad de mercedes en esta región. P ara inicios del
siglo xvn quedaban pocas tierras por repartir (Ibid: 52). Durante el segundo siglo de dominación española en la región la
población indígena fue recuperándose lentamente: en 1657
había 292 tributarios (Tlazazalca y Chilchota), en 1698 ya
eran 498 y para 1743 se registraron 875 familias de indios (en
este caso tributarios y familias es casi lo mismo pues un
tributario completo estaba compuesto por el jefe de familia y
su mujer). Los chichimecas de Tlazazalca prácticamente desaparecieron durante este siglo (Gerhard 1972: 328). En octubre de 1674 hubo una gran m ortandad de la que no se conocen
las causas y que afectó a los pueblos de Tlazazálca, Ecuandureo, Atacheo, Aramutarillo (como se conocía entonces a La
Piedad), Tanhuato y Yurécuaro (Miranda 1978: 67).
En la Descripción antigua de curatos y doctrinas compilado en 1631, se dice de Tlazazalca:
Al margen:
todos los indios de este beneficio son tarascos.
Texto:
Este beneficio es partido de indios cuya cabecera es Tlazazalca, y su administración pertenece a clérigos y el cura que los
administra tiene un salario de ciento ochenta pesos de minas
que paga su Majestad en su Real Caja (López Lara 1973:102).