El tumulto de Tlazazalca
Otro acontecimiento que disminuiría aún más la importancia de Tlazazalca fue el tumulto ocurrido en 1707. En este año
el alcalde mayor de la jurisdicción, don Diego López de Paramato, ordenó al gobernador de los indios que permitiera a los
caballos de los que llegaban a la cabecera para celebrar la
Semana Santa, pastar en los campos de los alrededores. El
gobernador desobedeció la orden alegando que los animales
talaban el campo. Enojado por la insubordinación, don Diego López mandó azotar y rapar a la autoridad indígena. El
castigo resultó excesivo para los indígenas ya que el corte de
pelo era una de las mayores humillaciones que se les podía
infligir. El gobernador indígena convocó a los naturales de
los pueblos vecinos para vengar la ofensa y el sábado de
Gloria por la tarde rodearon la casa del alcalde mayor para
quemarla y matarlo (Esquivel 1977: 36).
Algunos vecinos españoles trataron de contener a los
agresores usando la espada. Por su parte, el cura Félix de
Jaso intentó apaciguar los ánimos sacando al Santísimo en
procesión por las calles del pueblo; fue inútil el esfuerzo pues
la furia de los indígenas era tal que apedrearon al párroco y lo
obligaron a huir.
La contienda duró hasta el día siguiente cuando fuerzas
militares procedentes de la villa de Zamora terminaron con el
motín. Aunque la fuente consultada no cuantifica las víctimas se hace referencia a “un gran número de muertos” entre
las filas indígenas, además del traslado temporal del párroco
a La Piedad (Ibid: 36-39). El temor a un nuevo motín indígena
retuvo al cura en La Piedad por lo menos hasta 1719, y
provocó la emigración de varias personas a este pueblo, entre
ellas las autoridades civiles españolas de la jurisdicción {Loe.
cit.) Esta fue la justificación que esgrimieron aquéllos para
trasladarse a La Piedad, de donde ya no regresaron hasta la
guerra de Independencia, cuando se nombraron autoridades
autónomas en La Piedad y Tlazazalca.
En adelante, los asuntos fiscales, administrativos, religiosos y, en particular, el pago de tributos y diezmos se
remitieron a La Piedad.